Con el decreto del Gobierno municipal del 15 de febrero, se desvanecen todas las esperanzas de dar una nueva oportunidad a este espacio histórico de nuestra ciudad
Es uno de esos lugares de Madrid que algunos ubican, otros han oído hablar de él de pasada, y muchos es la primera vez que conocen de su existencia. Pero lo que es seguro que es que sólo han podido verlo en fotos, porque el Beti-Jai, el frontón urbano más antiguo del mundo, lleva más de treinta años en desuso y parece que así seguirá siendo al menos unos años. Y es que el Ayuntamiento de Madrid ha decidido no llevar a cabo el proyecto de restauración Bizitza Berria (“Nueva vida” en euskera), el cual ganó el concurso de remodelación el pasado mes de noviembre.
Su idea, como decimos aprobada, era techar las instalaciones con una estructura de vidrio de corte industrial y a cuatro aguas, además de equipar el espacio con infraestructuras para poder albergar diferentes juegos de pelota. Incluso habría espacio para un futuro gimnasio de 323 metros cuadrados, una posible sala de exposiciones en la segunda planta y “pequeñas áreas de cafetería” en todos los pisos. Pero ya no veremos nada de ello, salvo en las recreaciones hechas por ordenador.
El principal argumento para su no realización es la de “garantizar la protección del Bien de Interés Cultural” (así fue declarado en 2011), algo que ya denunciaron en diciembre la Asociación Madrid Ciudadanía y Patrimonio (MCyP) y la plataforma Salvemos el Beti-Jai, argumentando que la cubierta atentaba contra la conservación del BIC. Tampoco ha ayudado que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid declarara nulo el propio Plan Especial que guiaba las bases del concurso tras los recursos de PSOE y Ciudadanos.
El caso es que ahora, a poco menos de cuatro meses para las elecciones municipales, las posibilidades de que un proyecto viable para el Beti-Jai cristalicen son poco más que una quimera, corriéndose el riesgo de que la idea de dotar de un nuevo uso al frontón quede una vez más olvidada en un cajón. Pero parece no tener demasiado sentido que el jurado declarara ganadora del proyecto una propuesta que claramente alteraba de manera sustancial la estructura de un Bien de Interés Cultural.
Tras haber servido como viviendas, taller de reparación de automóviles y otros usos que nada tenían que ver con su concepción original, este edificio inaugurado en 1894 tendrá que seguir consumiéndose en el olvido, condenado a seguir esperando una oportunidad que, casi siempre por motivos políticos, no se le concede.