Madrid está sucio. Muy sucio. Da igual quién gobierne, siempre está sucio. Da igual quién tenga la contrata de “limpieza”, sigue sucio. Dan igual los programas electorales, cada vez está más sucio. Da igual por dónde pasees… bueno no, no da igual, hay unos barrios más sucios qué otros.
¿Se destinan los mismos recursos en el Barrio de Salamanca que en San Blas? ¿En El Viso y en Vallecas? ¿Y en las zonas más turísticas?
Los que vivimos en Madrid corremos el riesgo de acostumbrarnos. ¡Hay veces que ni nos damos cuenta! Pero la realidad es desalentadora. Sales de casa, ves basura tirada en el suelo, cacas de perros, pises de borrachos, cartón almacenado donde el reciclaje… Sí, sociedad culpable, estaréis pensando. Lo primero, el civismo, por supuesto. Pero hace tiempo que dejé de creer en el ser humano como racional y civilizado. Para eso están las instituciones, y para eso está el dinero de nuestros impuestos.
Campañas de concienciación son necesarias, sanciones y multas también. ¡Pero hay que limpiar! La política, amigos, es esto. Y más la municipal. Los ciudadanos deben sentirse dichosos de vivir en su ciudad, no avergonzarse.
¿Por qué debo pasear por las aceras ‘minadas’ con mi hijo de dos años evitando pisar cacas, impidiendo que recoja colillas, regañándole por querer sentarse junto a una meada?
Madrid es un vertedero, y como decía “Astrud” en una de sus canciones más conocidas, “no es una metáfora”.