La calle del Codo, una estrecha vía de 75 metros, nos puede transporta a la época del Siglo de Oro. No un paso que resalte. No tiene comercios destacables ni fachadas impresionantes. Sin embargo, para quien quiera explorarla podrá descubrir historia de la capital. Una historia escondida entre el tiempo transcurrido en la estrechez de la calle.
Es una corta callejuela que en la actualidad une la Plaza de la Villa y la Plaza del Conde de Miranda. La calle, en la que no entra casi luz, permanece intacta a la renovación con el paso del tiempo. No hay casi establecimientos y conserva el trazado de la época medieval de Madrid.
De este modo, la calle del Codo es un respiro a la aglomeración de la capital, lejana del turismo. Es una de las pocas afortunadas que pueden transmitir, a quien se aventure en su paso, parte del Madrid de los Austrias.
El nombre que recibe se lo otorgó el Marqués de Gabral. La elección de esta denominación se debe al ángulo de 90 grados de la callejuela que simula a un codo. En su placa, hay dibujado un brazo en una armadura medieval con esa posición. Se dice que debido a esta configuración era una calle predilecta para los duelos.
LA TORRE DE LOS LUJANES
Al comienzo de la calle del Codo, nos encontramos con la única puerta de entrada de la Torre de los Lujanes. Hace esquina con la Plaza de la Villa. Esta edificación arquitectónica del siglo XV es el edificio civil más antiguo de Madrid. La entrada es de ornamentación gótica y su arco es de herradura apuntada. Antiguamente esta comunicaba con las afueras de la ciudad.
Hoy en día, la Torre de los Lujanes es la sede de varias asociaciones. Algunas de ellas son la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País y a Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Sin embargo, no nos podemos olvidar de su historia. Por ejemplo, allí estuvo presumiblemente prisionero el rey de Francia Francisco I después de la batalla de Pavía en 1525.
CONVENTO DE LAS CARBONERAS
De igual modo, al traspasar la Torre y la Casa de los Lujanes, llegamos al Convento de las Carboneras. Es el Convento de Corpus Christi de religiosas jerónimas recoletas que data del siglo XVII. Su nombre se debe a un cuadro venerado de la Virgen Inmaculada fue encontrado en una cabonería y donado al convento.
QUEVEDO Y SU MEADERO
Asimismo, otra curiosidad sobre la calle del Codo es que Francisco de Quevedo, el destacado escritor del Siglo de Oro de la literatura española, orinaba en esta calle. Tras salir de las tabernas de alrededor, el literario hacía uso de la estrechez y la oscuridad que le brindaba la calle para orinar.
Al respecto, un vecino harto de la situación pintó una cruz en la pared junto a un mensaje: ‘No se mea donde hay una cruz’. El dramaturgo, siguiendo su agudeza, le respondió: ‘No se coloca una cruz donde se mea’.
Así pues, la calle del Codo, con su estrechez, irregularidad y oscuridad, conserva más historia que muchas otras vías más grandes y concurridas. Puedes pasear por la misma y haciendo uso de tu imaginación transportarte a un Madrid medieval con espadachines, rufianes y cortesanos.
Y es que Arturo Pérez-Reverte usó esta vía para una de sus obras de la serie del Capitán Altriste. En su libro ‘El Caballero del Jubón Amarillo’ retrata un duelo que ocurre en la calle del Codo.