La mayor parte de los afectados por la anorexia y las enfermedades mentales con consecuencias alimentarias deben pasar una media 7 años de atención clínica (4 de tratamiento y 3 de seguimiento) hasta recuperarse completamente de sus trastornos.
Según ha indicado a Europa Press la jefa del Servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital Niño Jesús, Montserrat Graell Berna, los pacientes que sufren de anorexia o bulimia tienen «enfermedades mentales muy graves y peligrosas», situación agravada debido a que la mayor parte de los afectados son personas jóvenes.
La Unidad de Trastornos Alimentarios del hospital, pionera en España en el tratamiento de la anorexia adolescente, lleva desde 1992 a la cabeza del estudio de esta enfermedad mental en los más jóvenes, y ha vivido todo el progreso de los tratamientos a lo largo de las décadas.
A la vista de su experiencia en este área, Graell acusa a la sociedad actual de «identificar la delgadez como un ‘plus’, como símbolo del éxito», pues esto contribuye negativamente en la autovalía y la imagen cognitiva de los jóvenes, «mucho más sensibles» a esta clase de problemas mentales.
«Parece que la sociedad enseña una intolerancia a la diversidad, ¿y quién es más vulnerable a estos mensajes? Pues las personas que están en construcción: los adolescentes», se ha lamentado Graell.
Sin embargo, la edad no es el único factor determinante de quién puede padecer una enfermedad mental de este tipo; la vulnerabilidad genética, un temperamento «perfeccionista», la insatisfacción o causas sociales y familiares pueden también ser factores de riesgo para los pacientes, que deberán cambiar su mentalidad y opinión de sí mismos para curarse.
«La mayoría de los pacientes comienzan intentando lo que llamamos un ‘método de compensación’ para cambiar su imagen; a veces se traduce en dietas o en un aumento excesivo del ejercicio físico, pero el problema empieza cuando su mente les impide literalmente comer», ha comentado Graell.
De esta forma, los afectados terminan por «perder el control sobre sí mismos». En el caso de los bulímicos, por ejemplo, al principio empiezan a vomitar como ‘método de compensación’ por su «sobreingesta» de alimento, pero luego el vómito se convierte en convulsivo e independiente de su voluntad.
Para tratar a estos pacientes, afirma Graell, es «muy importante tratar a la familia como un agente terapéutico más» debido a la influencia que los círculos cercanos del afectado pueden tener sobre el progreso de la enfermedad.
Así, para curar el trastorno, en el Hospital Infantil Universitario Niño Jesús recurren a técnicas congnitivo-conductuales y de psicoanálisis para que el paciente «actúe por sí solo» y «se dé cuenta» de que tiene que comer, pues la malnutrición es síntoma pero también dolencia.
«Una persona desnutrida tiene capacidades mentales mermadas; primero hay que mejorar su alimentación y su estado físico, y luego emplear la psicoterapia formalmente para que se valga por sí misma», ha explicado Graell, quien sin embargo afirma que amblas disciplinas «van de la mano».
ANOREXIA, UNA ENFERMEDAD MORTAL
Según ha indicado el Hospital Infantil Universitario Niño Jesús, la anorexia es la enfermedad mental con mayor índice de mortalidad del mundo, debido en buena parte a su afección en las personas jóvenes y a ese «entre el 15 y el 20 por ciento» de pacientes crónicos para los cuales «no se encuentran técnicas de remisión».
Así, Montserrat Graell ha explicado que las dos formas más frecuentes que tiene un paciente de perder la vida en estas situaciones son tanto la parada cardiaca (por la desnutrición severa) como el suicidio.
«Es una enfermedad muy seria, sobre todo por las personas jóvenes, que son mucho más sensibles a las variaciones nutricionales», han explicado desde el Hospital.
ESTIGMA DE GÉNERO
Las estadísticas muestran que entre 8 y 9 de cada 10 adolescentes afectados por la anorexia son mujeres de entre 15 y 18 años, aunque «las estadísticas son engañosas», dice Graell, debido al actual «estigma de género en la anorexia».
Con estas palabras, la psiquiatra se refiere a que la mayoría de los médicos no identifican los síntomas de estas enfermedades mentales con los chicos debido a su percepción del género.
«Piensan que por ser chicos no van a tener anorexia, que no es normal; ellos también la sufren, pero no salen en las estadísticas, hay que tener cuidado», ha advertido Graell.
25 ANIVERSARIO DE LA UNIDAD DE TRASTORNOS ALIMENTARIOS
La Unidad de Trastornos Alimentarios del Hospital Niño Jesús, que cumple esta semana 25 años operando ininterrumpidamente, fue en los años noventa una pionera en el tratamiento de la anorexia, y ha visto evolucionar toda clase de tratamientos y métodos de trabajo en los más de 4.000 pacientes que han tratado este tiempo.
«Uno de los mayores pasos que ha dado el tratamiento a los pacientes ha sido el aceptar el rol de la familia como agente terapéutico», ha expresado Graell, quien afirma que antes se percibía a las familias de los pacientes como «responsables» en cierto modo de la afección de sus hijos, no como posibles ayudas.
Además, se ha experimentado en las técnicas del psicoanálisis y los tratamientos cognitivo-conductuales así como, más centrado en los últimos años, en el empleo de las terapias de ‘mindfulness’ o ‘tratamiento de emociones’, a la cual Graell valora como «imprescindible».
En estas décadas la atención del hospital también ha aumentado; unos 200 pacientes y sus familias acuden semanalmente a los módulos de atención ambulatoria, que han aumentado sus casos en un 65 por ciento durante los últimos 15 años.