El informe de la Guardia Civil que investiga el juez Eloy Velasco ha puesto en completo ridículo al PP de Madrid. Sí, fue Francisco Granados, una persona física, la que lo hizo. Pero una vez más se han puesto en entre dicho los mecanismos del Estado -cuando gobernó en Valdemoro la Comunidad de Madrid estaba presidida por el PP, su partido- ¿cómo es posible que un alcalde se lleve un millón trescientos treinta tres mil euros y que nos enteremos cinco años después? ¿cómo es posible que dicho señor empiece a llevarse el dinero a Suiza a los 16 días de comenzar su legislatura?
Cabezas de Miura, facturas interminables en clubs de alterne en la Feria de Sevilla, chicas de compañía, joyas de Cartier -lo más ostentoso del mercado-… durante ocho años el cabecilla de la Púnica se dio todos los caprichos que quiso y más. Además caprichos horteras y bajunos, que van en contra del democatolicismo que parece proclamar el PP en sus discursos últimamente.
Si hay una red mafiosa detrás de todo esto, como bien podría entenderse la Púnica, en la que solamente Granados y sus amiguetes constructores generaron plusvalías de más de 700 millones, nunca lo sabremos. Lo llamamos corrupción. Corrupción. La palabra tiene como cierto tinte sagrado. “La corrupción es algo inherente al ser humano, es lo que nos diferencia de los dioses” se repetía hasta hace bien poco, cuando se entendía por corrupción tener sexo antes del matrimonio, tomar carne en la Cuaresma o que el Sacerdote no cumpliera con sus votos de castidad.
“Ay, Paquito, tu tranquilo, que la corrupción es algo inherente al ser humano…” parecemos leer entre líneas en cada mitin, en cada discurso… ¿No recuperaría votantes el PP sacando adelante unas medidas eficaces en contra del robo y la malversación de fondos públicos? Diciendo: “Oye mira, es que vamos a aprovechar que existe Internet, las bases de datos digitales y todas las facilidades que esto nos aporta para publicar al detalle cada contrato de cada concurso público, y, además, vamos a crear una comisión que vigile a los políticos”.
Muchos escépticos dirán: “Sí, claro, que Juanita y Menganita van a llegar a casa después de una interminable jornada de trabajo para verse un plan de mejora de las carreteras porque no se fían de que los políticos no roben. Su obligación es no robar… es su trabajo”. Pero bueno, siempre nos queda que haya algún periodista que le eche un ojo a uno de estos tan deseados como esperados portales de transparencia, lo publique y se pille al ladrón con las manos en la masa. No a toro pasado, que entonces ale, piden perdón, dicen que se devolverá el dinero, pero… de lo que pasó con el dinero no volvemos a saber. Lo mismo es nuestra culpa, que una vez se saca sentencia, no nos interesa más el tema.