La Fiscal Marisa Morando envió un escrito con fecha 15 de abril en el que solicita que se rechace el recurso interpuesto por Rita Maestre contra la sentencia que la condena por infringir el artículo 524 del Código Penal.
El párrafo que incendió las redes fue el siguiente: «Es obvio que las señoritas están en su derecho de alardear de ser putas, libres, bolleras o lo que quieran ser, pero esa conducta realizada en el Altar, espacio sagrado para los Católicos al encontrarse allí el Sagrario, lugar donde según sus creencias se encuentra su Dios, implica un ánimo evidente de ofender y por ello apreciamos el elemento subjetivo del tipo del art. 524CP».
La Fiscal ha ironizado sobre el hecho de que Rita Maestre y el resto de protagonistas de la protesta llevaran escrito en sus torsos las palabras “Puta, libres, bolleras”. ¿Qué ha conseguido? Un circo mediático y un juicio paralelo. También, que muchas mujeres nos enfademos al leer que existe un supuesto derecho de alardear de ser putas, entendido ser puta como ser prostituta o, como lo entiendo yo: la necesidad de una mujer de vender su cuerpo porque no tiene otra manera de llevar el pan a casa. Entiendo en todo momento que la señora Morando es un poco guasona y quería gastar una broma.
El artículo 524CP dice lo siguiente: “El que en templo, lugar destinado al culto o en ceremonias religiosas, ejecutare actos de profanación en ofensa de los sentimientos religiosos legalmente tutelados, será castigado con la pena de prisión de seis meses a un año o multa de cuatro a diez meses.” Queda bien claro lo que es una ofensa de los sentimientos religiosos. Los que se cabrean tanto porque se obligue en Francia a que una niña se quite el burka para ir al colegio o que en las tiendas caras de Londres prohíban a las mujeres musulmanas que se cubran el rostro, deberían enfadarse también cuando se protesta en una Iglesia con la intención de ofender a los creyentes. Aunque deberíamos enfadarnos más con los circos mediáticos, con lo absurdo de lo viral y con que la palabra puta pierda peso. No existe un derecho al insulto, aunque sea irónico.
Que creamos que está bien o no hablar de ofensa de sentimientos religiosos es algo moral, como también lo es que creamos que debe haber Capillas en Universidades públicas. Pero lo legítimo, en un Estado de Derecho, es simplemente legítimo.