Otra vez, el derbi en lo más alto. Y lo más emocionante, con la épica de ambos clubes bullendo al compás de sus entregadas aficiones.
Llega el Atlético a esta Final de Champions tras confirmar su credo de equipo solidario, incondicional compromiso y defensa a ultranza desde la cohesión, hermética, y la inviolable disciplina.
Aparece el Real Madrid de Florentino con sus figuras renqueando, el juego vacío y el rendimiento irregular… pero presumiendo de una pegada en el área sin parangón en el resto de Europa, por su contundencia. Y con el precedente de Lisboa, donde al margen del minuto del empate, el Madrid arrasó desde muy pronto a los de Simeone. El remate a gol de Sergio Ramos, visto hoy, solo era cuestión de tiempo, aunque fuera el añadido, por exaltar la tragedia rojiblanca.
Y ahora el remake, dos temporadas después y con la Liga todavía en el alero.
Si el Atlético de Madrid no supera en intensidad y coraje a su rival, perderá de nuevo. Si el Real Madrid no carga hasta el límite sus baterías y sale con la indolencia y arrogancia de sus peores noches, no podrá doblegar a los del Cholo.
En la táctica, Zidane no ha mejorado nunca a Rafa Benítez, sino al contrario, aunque haya establecido una relación idónea con los ídolos del Bernabéu para que salgan contentos a jugar. En ese sentido, algunos tal vez hubieran preferido a Leo Harlem, al menos para entretener los descansos con sus monólogos en el vestuario.
En la táctica, Simeone y sus técnicos casi nunca fallan. En las últimas semanas, han conseguido ahogar al Barça de Messi y el Bayern de Guardiola, favoritos a priori para ganar el torneo.
Línea por línea y uno-a-uno, el Real Madrid sería superior. De entrada, cuenta con tres jugadores franquicia, aunque James haya terminado desapareciendo y hace siglos que CR7 sólo contribuye con alocadas carreras, goles fáciles y poderosos testarazos, faceta en la que destaca más que en su inútil ansia por lanzar los libres directos.
El Atlético de Madrid ha encontrado en Griezmann el añorado relevo para Forlán, Agüero o Falcao, futbolistas en quienes se podía confiar sin ambages las decisivas responsabilidades de la ocasión y el gol de la victoria. Fernando Torres, además, ha vuelto; y el Niño, no lo olvidemos, fue quien cambió el rumbo de la historia futbolera de España. Y sin mirar el DNI, todavía suelta chispas de eléctrica velocidad cuando se filtra a la carrera entre los centrales contrarios.
Sin embargo, la defensa del Madrid está fortificada con Pepe y Ramos casi en estado de gracia, Carvajal incombustible y Marcelo… Marcelo es un lateral fantástico, salvo cuando se despista. Hay algo ahí dentro, quizá sea samba, que de repente lo distrae, y no baja.
En las subidas por ese flanco, está una de las claves del partido.
La primera será el control del mediocampo, donde la solución Casemiro puede que, esta vez, no sea la idónea, por la pérdida de creación, aunque el control del juego se equipara con el tapón del brasileño. Sucede, sin embargo, que el Atlético debe extremar la presión en la línea de medios y para superar esa barrera, quizá Modric y Kroos no basten.
Si el Atlético se atrinchera en la retaguardia y concede el dominio al Real Madrid deberá iniciar demasiado atrás el contraataque y así nunca conseguirá dañar la férrea resistencia de una zaga definitivamente veloz.
Porque el Real Madrid, al completo, es un equipo muy rápido, aunque pierde pólvora porque a sus puntas, sobrados de físico, les faltan varios hervores cuando se les aboca a idear una jugada.
En ese sentido, tampoco el Atlético luce demasiado, y para inventar depende de la intermitente habilidad de Filipe Luis y la lucidez de sus valiosos canteranos Koke y Saúl, ambos todavía con las carencias que acarrea la fase de irrupción en la que se hallan.
Así las cosas, si el árbitro no condiciona el partido con alguna decisión escandalosa o a alguno se le cruza un cable en la Final, nos espera en Milán un vibrante encuentro, donde se enfrentarán dos maneras muy distintas de concebir la vida y el fútbol, y el aliciente de dirimir quién manda en la capital. Y en Europa, porque (Neptuno o Cibeles) la fiesta en Madrid está garantizada.