Desgraciadamente, cada día nos damos cuenta de que, tanto en la política como tristemente en nuestra vida cotidiana, cada vez se ejerce más esta frase que Groucho pronunció una vez sin más intención que la simple sorna. Ya parece casi raro aquel que, fiel a sus convicciones, las lucha y las defiende hasta el final.
Para muchos, Esperanza Aguirre, expresidenta del Partido Popular de Madrid, fue y es todo un referente como política, liberalista y, sobre todo, persona. Para otros, en cambio, puede que todo lo contrario, y que durante sus más de 30 años de camino político se hubiere convertido en todo un quebradero de cabeza, debido a la moral y al arranque de lucha incansable de la que puede que fuera la símil española de la Dama de Hierro. Pero, tanto para unos como para otros, lo que no se la puede negar es que siempre se mantuvo fiel a lo que creía; y que nunca mintió al ciudadano que en ella depositó sus ilusiones y confianza en forma de voto.
Aguirre ha sido y es una de las grandes predicadoras del liberalismo español y como tal, nunca dudó en aplicarlo. Creía en la libertad como única e insalvable premisa para asegurar al ciudadano y a la sociedad la potestad de elegir su destino, su futuro, su camino a seguir. Y en esa defensa acérrima a la libertad fue en la que sustentó el proyecto de viabilidad, de prosperidad y desarrollo que es hoy la Comunidad de Madrid. Como dijo alguna vez, consiguió que Madrid fuera una región en la que no se le preguntaba al individuo de dónde venía (ya que acogía a todos por igual) sino a dónde quería llegar.
Luchadora incansable pudo con todos los desafíos a los que le sometió su más que burlón destino: accidentes de coche, de helicóptero, atentados del terrorismo islámico… saliendo de todos ellos impertérrita, y con aún más ganas de trabajar y seguir luchando. Decían incluso que era como los gatos, que tenía siete vidas… Quizá es que llevaba Madrid tan dentro que, al final, acabó cogiendo para sí la casi inmortalidad del animal con el que se nos conoce a los madrileños. Y en su afán de lucha y sacrificio pudo hasta contra la más cruel de las suertes, el tan tristemente común en nuestras vidas, el mal endémico de nuestras sociedades: el cáncer.
Estudiante del Instituto Británico, tiene un acento inglés que envidian muchos, siendo capaz de hablar con la misma fluidez tanto en la lengua de Cervantes como en la de Shakespeare. Seguro que en estos días mientras meditaba la decisión de abandonar la presidencia del PP de Madrid, y hacía recuerdo de su trayectoria, a su mente le venían las estrofas de la mítica canción “My Way” de Sinatra.