Se puede llamar catarsis o refundación, pero es irremediable e imprescindible para la política española que el Partido Popular acometa una renovación profunda que vaya más allá del cambio de caras y de logotipo.
Madrid y Valencia han sido, y todavía son, los mayores graneros de voto de los populares. Y ha sido en estas dos regiones donde los casos de corrupción han desangrado a una formación cuya bandera era la limpieza de sus dirigentes además de su buena gestión de las cuentas públicas. Todo se ha ido al traste. Y no vale que el PSOE está en las mismas y que con los socialistas empezó la corrupción. Para los ciudadanos, en este aspecto, tanto monta, monta tanto, populares como socialistas.
Mariano Rajoy no será presidente del Gobierno nunca más. Ni seguirá como presidente del Partido Popular. 2016 será su último año en la primera línea política. Con el paso del tiempo se valorará su gestión económica pero la mancha de la sospecha en forma de SMS perdurará por los siglos de los siglos.
En un momento en que España se está jugando su presente y su futuro, el PP se ha encontrado en la tesitura de tener que abstenerse para que se forme un gobierno de PSOE con Ciudadanos para evitar la alternativa de un gobierno socialista con Podemos, mareas e independentistas. Se cree que no sería justo para los votantes populares que los diputados azules apretasen el botón de la abstención, pero, ¿por qué no preguntarles?