Hay, en el PSOE, tras la súbita propuesta de Pablo Iglesias, varias viñetas con demasiada interjección de absoluto rechazo, como si tanto la vieja guardia socialista de Suresnes y el “no” de entrada a la OTAN (¿Recuerdan?) como los barones que sostienen en sus autonomías gobiernos de coalición con PODEMOS temieran que su presente líder, Pedro Sánchez, fuera el próximo inquilino de Moncloa.
Quizá no lo están, pero parecen rabiosos y desconcertados ante la posibilidad de que se rompa su coyuntural proyecto de Santa Alianza junto a PP y Ciudadanos, las derechas. Siendo políticos de larga trayectoria y probado oficio, ni Alfonso Guerra ni Alfredo Rubalcaba ni José Luis Corcuera ni Redondo hijo ni, por supuesto, Felipe González pueden ignorar que esa antinatural coalición que parecen anhelar arrojaría a unos leones bastante más fieros que los de las Cortes a su vigente secretario general. ¿Eso pretenden?
Todavía está Rajoy en funciones y ya sienten añoranza de esas políticas del Partido Popular que con tanta frecuencia han emulado. De hecho, en el análisis del reciente descalabro electoral, habría que apuntar como causa primera esa tendencia a imponer, cada vez que han gobernado, los peores dicterios de la economía conservadora. Y para ese viaje, mejor las alforjas de las mentes biempensantes, que disfrutan de excelentes relaciones, dan generosas limosnas y fingen mejor las sonrisas en los bailes de máscaras.
Se entrevén, desde luego, ocultas rencillas, y con demasiada inquina, en las críticas viejunas que, con tanta saña, proliferan en estos días previos a un Comité Federal que promete ser el western con más ruido de los últimos años en Ferraz.
Porque ahí estará Susana Díaz, formidable tendiendo emboscadas, dispuesta a llevar España, en su plena Unidad, a otras Elecciones Generales donde ella se podría sacrificar, con altura de miras y por el interés general, como nueva candidata del PSOE.
En el otro poblado, Esperanza Aguirre tampoco ha perdido la ocasión de enarbolar un lema digno de cualquiera de los Seis Reinos de Juego de Tronos. Con el debido respeto, mejor que el de los Lannister: “sacrificios, los que hagan falta; concesiones, las que sean necesarias”, ha dicho, alto y claro, lustrando el cadalso de Rajoy con su gamuza.
Ajena, entretanto, a su vicisitud personal, tan suya que casi no se pertenece, la vicepresidenta en funciones, Soraya Sáenz de Santamaría, está que no duerme por “la vida, el futuro y la tranquilidad de los españoles”, según ha confesado en un arrebato de (ofensivo) populismo que contrasta, demasiado, con esa “agenda moderada” de la que presume.
Su pataleta, sin embargo, apunta al adversario, lo cual no parece tan pérfido y mezquino como denigrar con las peores intenciones a los tuyos, por frustración y desquite.