El minuto de oro de Pablo Iglesias del debate a cuatro ha sido estudiado a fondo por media España pero, ¿qué esconde realmente este discurso?
Sin duda fueron las palabras más sentimentales, se dirigió a cada sector de la población ofreciendo a todos un gesto de alegría frente a sus baches. No dijo en ningún momento qué medidas quiere implantar ni cómo las va a llevar a cabo. Esto es el populismo, regalar los oídos a la gente con discursos vacíos y muy cargados para crear una sensación de cobijo en momentos difíciles.
Casi sin darte cuenta, ya estabas sonriendo a la Ada Colau que enchufa a sus familiares en el Ayuntamiento. Sonreías pensando en la gente que madruga para trabajar creyendo que con Pablo en la Moncloa se levantarían 3 horas más tarde y con una sonrisa, sin pensar tampoco que ese empleo sería seguramente uno de los 1.500 que se crean al día con Rajoy. Sonreías al pequeño empresario al igual que éste podría sonreír mientras escuchase un “exprópiese” contra su tienda en la Venezuela de Chávez que tanto gusta a Podemos. La buena política consiste en explicar tus medidas a los ciudadanos y los pasos que quieres dar para mejorar sus vidas.
¿Y dónde acaba todo este desaguisado de inexperiencia y juventud? Pues acaba en una capital de España, por ejemplo, con plenos donde el equipo de gobierno vota en contra de la Alcaldesa, donde los okupas esperan a recoger sus palacetes gratis y donde la propia Carmena dice que se arrepiente de haberse presentado, igual que el niño que se cansa el 10 de enero del juguete de reyes. El populismo se cree que la política es un juego de sentadas callejeras donde, en vez de gobernar se aplaude levantando las manos.
Seamos sensatos y después, con el pan bajo el brazo, sonriamos.