La llegada de internet y el crecimiento en los últimos años de las redes sociales ha cambiado muchos aspectos de nuestra forma de vida: cómo buscamos trabajo, cómo organizamos las vacaciones y viajes, cómo nos relacionamos con nuestros familiares y amigos…pero también ha influido en la forma en la que nos hacemos cargo de nuestra salud.
El rol del paciente en el mundo 2.0 ya no es el mismo que antes. Ha pasado de tener un papel pasivo en el que estaba subordinado a los profesionales sanitarios que cuidaban su salud, a ir adoptando una actitud activa, participativa y responsable, a través de la información y conocimiento de los problemas que le afectan.
Hoy en día la mayoría de las personas a las que diagnostican una enfermedad, o dolencia, buscan en internet y en las redes sociales información sobre la misma: en qué consiste, qué tratamientos son más efectivos, sus secuelas, síntomas, etc.
Quieren saber qué hablan otras personas que tienen problemas semejantes, quieren interactuar con la gente, preguntando sus dudas o incluso dando sus propios consejos a otras personas en su misma situación.
Y es que la información es poder, y de ahí el progresivo empoderamiento de las personas, que significa que éstas adquieren un mayor control sobre las causas que influyen en su salud o enfermedad y sobre las decisiones y acciones que afectan a su salud.
Un paciente informado, concienciado y en una buena situación emocional es un paciente empoderado que gestiona mejor su enfermedad.
Vemos ejemplos de pacientes que hablan, en sus perfiles de Twitter, de sus patologías, de sus problemas e intentan ayudar otros a través de sus blogs, como por ejemplo @TuLupus o @vivetudiabetes. Además, también existen comunidades virtuales para pacientes como ACOR (Association of Cancer Online Resources), estudiabetes.org o Patientslikeme.
En estas comunidades o redes sociales, los pacientes, que conviven con su enfermedad y conocen mucho sobre ella, pueden aportar información útil y relevante sobre los cuidados necesarios y las dificultades que conlleva la enfermedad a otras personas que se encuentran en similares condiciones. De esta forma, los mismos pacientes proveen apoyo y consejos aportando la experiencia que, en ocasiones, le falta al propio profesional sanitario.
Además, la evidencia científica está demostrando que la participación en redes sociales tiene consecuencias muy positivas para los pacientes, llevando incluso a una mejora de los resultados de salud percibidos por su parte, lo que redunda en su mejor calidad de vida.
Y es lógico si pensamos que el paciente aumenta su autoestima y se siente más empoderado por dos motivos: está mejor informado, al tener más conocimiento sobre su enfermedad, y percibe mejoría en su bienestar social al sentirse menos solo, al compartir con otros sus experiencias y conocimientos. La participación en las redes sociales también lleva a los pacientes a sentirse más autónomos en la relación con los profesionales sanitarios (en la medida en la que saben qué preguntas hacerles), a aceptar mejor su enfermedad, a estar más confiados con el tratamiento y con mayor optimismo y confianza en sus propios recursos.