Con suavizadas maneras y voluntad de diálogo, lo cual contradice el rancio estilo del absolutista gobierno saliente, Cristina Cifuentes afronta una legislatura políticamente apasionante. La que fuera Delegada del Gobierno con más luces que sombras, aunque de todo hubo, deberá exhibir superlativas destrezas en la prestidigitación ideológica y el funambulismo partidista, especialmente durante esta primera etapa que conduce a los próximos comicios generales.
Ciertamente, la estrategia nacional de longuísima precampaña traerá varios manojos de medidas populistas para convencer a indecisos y renegados y sembrar improbables ilusiones en la tierra quemada por el precario estado económico hasta el que nos ha arrastrado penosamente el acatamiento de la germánica austeridad. En este sentido, Cifuentes coincidirá con la acelerada y repentina sensibilidad social que siempre brota al calor de las urnas.
Los desencuentros surgirán en otras latitudes, cuando Rajoy y los suyos lancen envenenados puñales contra bultos sospechosos, extremistas enemigos o invisibles amenazas mientras la flamante presidenta autonómica derrocha sus dotes diplomáticas para propiciar cordialidad y entendimiento con la utopía radical de Podemos, el consenso izquierdista del PSOE o el juvenil pijerío neocon de Ciudadanos… ¡Vade retro!
Una vez más, habrá que concebir la Política (igual que la Moral) como una cuestión geográfica.
De momento, ha comenzado bien, reconociendo, y señalando, los pasados desmanes, anticipando tolerancia cero con la corrupción y pactando vías para la imprescindible regeneración democrática. Se compromete a no privatizar hospitales ni vender pisos públicos a fondos buitre. Reactivará las becas y ayudas escolares, sometidas en los últimos tiempos a infames recortes. Paralizará la prevista salida a Bolsa del CYII y hasta figura en su guión de intenciones recuperar para la población madrileña Telemadrid, restableciendo el derecho a una información independiente, libre y plural, que el inquisidor Ignacio González se encargó de exterminar vía ERE, amparándose, ¿por qué no?, en la más fangosa ilegalidad.
Cifuentes ha llegado con otro talante y aparentemente desprovista de los necios prejuicios que siempre acarrea el pensamiento único. Su declarado objetivo: “hacer todo mejor”. Es en lo único que lo tiene fácil.