Hace unos días conocíamos los esperados datos trimestrales sobre nuestro mercado laboral, que pueden resumirse en una afirmación un tanto ambivalente: en el primer trimestre de 2015 nuestra economía destruyó 114.300 puestos de trabajo, pero al mismo tiempo 13.100 personas abandonaron las listas del desempleo. El mercado laboral madrileño no fue ajeno a esta tendencia, registrando una caída de 2.400 ocupados, acompañada de un descenso de 9.500 personas en el número de parados.
Caben muchas interpretaciones ante esta realidad, que sin duda nos deja un sabor agridulce. Probablemente, lo primero que nos viene a la mente es que el descenso del paro no es estrictamente real, pues no contempla a las personas que abandonan la búsqueda de empleo ante la falta de expectativas laborales ni a los jóvenes que hacen las maletas en búsqueda de oportunidades laborales en el extranjero –ambos grupos dejan de engrosar las listas del paro y por tanto éste baja-.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que la comparativa realizada es con el último trimestre de 2014, periodo en el que no podemos obviar las campañas de Navidad y el consiguiente incremento de la contratación para cubrir las puntas de trabajo.
Son muchos factores los que pueden influir en los números y sacar conclusiones no sería sino precipitado. En cualquier caso, hay un dato que llama la atención al comparar las cifras nacionales de la EPA con las de Madrid.
Si bien tanto a nivel nacional como en la capital se ha destruido empleo, en España los estragos han afectado a hombres y a mujeres, mientras que en Madrid sólo a las segundas. En otras palabras, mientras que 6.600 mujeres perdieron su trabajo en la capital, 4.200 hombres ganaron una ocupación –de ahí los 2.400 empleos destruidos en términos netos-. No menos llamativo es que todos los hombres que encontraron empleo tenían más de 45 años o que se colocaran sobre todo en el sector construcción (un área que parecía no levantar cabeza).
Sin duda, esta es una buena noticia para un colectivo que habitualmente ha sentido de forma especialmente directa los envites de la crisis, pero también plantea dos inevitables inquietudes. En primer lugar, las mujeres nos seguimos quedando atrás en comparación con nuestros compañeros varones. Y por otro lado, y quizás más preocupante, los jóvenes, el motor indiscutible de nuestra sociedad, siguen perdiendo empleo. No se ha salvado ninguna generación por debajo de los 45 años: todos los menores de esta edad en Madrid han visto destruir más puestos de trabajo que los que han creado, una tendencia que ya empezó a hacerse patente el año pasado y que parece continuar en 2015.
Ante esta realidad, uno no puede evitar mirar al futuro con incertidumbre, ¿será sostenible nuestro sistema a largo plazo, si los jóvenes en edad fértil no tienen capacidad para formar una familia? Si no queremos que nuestra economía colapse, es muy grande el reto que nuestros gobernantes tienen por delante: ya no sólo sirve crear empleo –aunque es el primer e indiscutible paso- sino que hay que equilibrarlo entre todas las generaciones, siendo conscientes de que no sobra ningún activo en una sociedad tan envejecida como la nuestra.
Y por supuesto, velar porque las mujeres sigan accediendo en igualdad de condiciones al mercado, sin que su incorporación sea concebida como una simple ayuda a la economía doméstica, sino que tengan las mismas oportunidades de promoción y de desarrollo profesional.
Mientras tanto, quedémonos con lo bueno. Aunque 100% de rostro masculino, y senior, al menos en Madrid se ha creado empleo. ¿Nos tocará también a las mujeres y a los jóvenes en el segundo trimestre? Pronto lo sabremos.