España es una gran nación, quizá el Estado más antiguo del mundo, cuna de grandes artistas (pintores, literatos, músicos), científicos, empresarios, pensadores y poseedores, sus ciudadanos, de una manera especial de entender la vida en este mundo.
Este gran país de larga historia y enormes contrastes culturales, geográficos y sociales, disfruta de un comportamiento de sus habitantes muy peculiar y que suele ser muy común de norte a sur.
Somos el único país del mundo desarrollado donde cada ciudadano lleva dentro de si mismo un ministro de economía, un entrenador de fútbol y un médico.
La crisis económica y social ha sido muy larga y dura, la más virulenta de los últimos 50 años de la historia de España, y esto ha hecho, junto a la revelación de conductas indignas de políticos, sindicalistas, banqueros y empresarios, entre otros, que el nivel de crispación social fuera muy elevado. Han aparecido en los últimos tiempos nuevos Mesías, nuevos partidos y cualquiera tiene soluciones para todo.
Me sorprende como analista social, el nuevo boom de toda clase de personajes que se lanzan a plantear soluciones a todo sin tener ni idea de nada. Que convierten los platós en parlamentos o ministerios y que predican y predican «sin dar pan».
Creo que es bueno que nos paremos a pensar un poco. Yo al menos, deseo que me opere un cirujano, me lleve en un avión un piloto y me corte el pelo un peluquero. La ética esta en las personas y no en las profesiones. Por eso los españoles deberíamos analizar algo más y ofrecer más criterio al hacer rotundas afirmarciones sobre cualquier asunto.
Un eurodiputado me comentó un día que en Finlandia la gente va a los mítines políticos con libretas para apuntar sobre aquello que dicen. Aquí, desde un bar o desde el salón de casa sembramos cátedras a los amigos y vecinos y solucionamos todo en «…una tarde…». La democracia es una cosa y el atrevimiento otra.
Somos el país donde salen en las noticias personas hablando de un suceso para decir que el homicida y la víctima parecían muy normales y majos. Hablar es gratis.