Uno de los principios básicos de la práctica médica moderna se resume en el aforismo “primum non nocere” (lo primero es no hacer daño). El origen de la expresión es confuso, pero desde el siglo XIX forma parte fundamental del cuerpo doctrinal de la medicina occidental.
Es indudable que toda intervención médica conlleva efectos secundarios, muchos de ellos inevitables. El médico debe ponderar estos efectos para encontrar un adecuado equilibrio entre el riesgo y el beneficio.
Uno de los campos de la Medicina donde más difícil resulta encontrar este equilibrio es la Cirugía. El acto quirúrgico requiere, en la mayoría de los casos, penetrar en un espacio anatómico hasta entonces cerrado, generando un daño que el cirujano debe ser capaz de controlar y minimizar.
Durante buena parte del siglo XX la Cirugía de las vísceras abdominales se ha llevado a cabo mediante grandes incisiones por las que poder introducir las manos. El afán de los cirujanos en buscar nuevas formas de limitar la agresión y el rápido desarrollo tecnológico de las últimas décadas del siglo pasado han permitido desarrollar el concepto de cirugía mínimamente invasiva.
La Cirugía Laparoscópica forma parte fundamental de este concepto, permitiendo acceder a los órganos abdominales mediante pequeñas incisiones por las que se introduce instrumental óptico (laparoscopio) y quirúrgico especialmente diseñado para ver y manipular estos órganos. Por una de estas incisiones se introduce gas (CO2) para crear el espacio suficiente que el cirujano necesita para trabajar. Las imágenes de laparoscopio son enviadas a una pantalla desde la que se puede seguir con nitidez la intervención quirúrgica.
La gran mayoría de las técnicas quirúrgicas que realizamos se pueden llevar a cabo mediante laparoscopia. Hoy en día sería cuestionable realizar cirugía convencional para tratar una obesidad mórbida, extirpar la vesícula biliar o reparar una hernia de hiato.
Las ventajas con respecto a la cirugía convencional son numerosas e indiscutibles. En primer lugar, disminuye el dolor postoperatorio, aumentando el confort del paciente. Al disminuir la agresión, el tubo digestivo recupera su función antes permitiendo reintroducir la ingesta oral de forma precoz. Todo ello permite abandonar el hospital y recuperar el estilo de vida previo a la cirugía más fácilmente. El menor tamaño de las incisiones también disminuye el riesgo de infección y la posibilidad de desarrollar hernias que con frecuencia aparecen bajo las grandes cicatrices. La cirugía laparoscópica también ofrece ventajas al paciente frágil y anciano que tolera con mayor facilidad la cirugía. Por último, y no menos importante, están las ventajas estéticas, el número y la localización de las incisiones varía en función del órgano a tratar, pero excepcionalmente superan los 1,5 cm de longitud.
La tecnología y el conocimiento continúan avanzando lo que sin duda nos va a permitir seguir ofreciendo a nuestros pacientes tratamientos quirúrgicos más seguros y menos agresivos.
El Dr. Jaime Zorrilla Ortuzar es Cirujano General y del Aparato Digestivo del Hospital Nuestra Señora del Rosario